Derechos de la mujer

El sexismo en el mundo contemporáneo

El Nacional, 4 de enero, 1984, París.

El papel de la mujer en la sociedad, ocupa, cada vez más, un mayor espacio en la reflexión de los grandes problemas actuales, enfrentándose todavía a la resistencia de un importante porcentaje de gente, que nutren sus prejuicios con la confusión que se deriva de ciertos movimientos feministas y que, aunque limitados en sus propósitos y enunciados, surgen con fuerza en distintas partes del mundo.

En esa reflexión Venezuela no puede marginarse, e incluso valdría la pena considerar la actitud de la mujer venezolana frente a las propuestas que ya circulan en Europa sobre la necesidad de unificar las reivindicaciones femeninas de diferentes orígenes.

En Francia, el Ministerio para los Derechos de la Mujer ha elaborado un proyecto en el que propone una participación femenina del 30% en los diferentes sectores del poder, en particular los municipios y el parlamento. En la espera de reunir el consenso necesario, el gobierno ha decidido retener su presentación a la Asamblea Nacional, hasta conseguir reducir el rechazo del proyecto que mantienen los sectores de la oposición.

¿Está la mujer venezolana sujeta al sexismo y a la discriminación? ¿Cuál es el porcentaje de participación de la mujer en las decisiones de poder de nuestro país? ¿No sería posible  plantearnos un proyecto de ley que asegure una real participación femenina en los resortes de decisión del país?

En un reciente coloquio realizado en la sede central de la Unesco en París, diferentes personalidades presentaron un sinnúmero de propuestas sobre el papel real del feminismo en los gobiernos socialistas, y en el propio seno de las distintas organizaciones políticas en el mando.

El coloquio fue presidido por Giselle Halimi, presidenta de la organización “Choisir” (Escoger) abogada, con una trayectoria destacada en la lucha anticolonialista, especialmente apoyando al Frente Nacional Argelino. También ha participado activamente en la lucha a favor del aborto.

Francoise Giraud, ministro de los Derechos de la Mujer, durante el gobierno de Giscard D’Estaing, declaró que el coloquio permitió la toma de conciencia de los nuevos problemas que nacen junto a los nuevos derechos de la mujer. Insistió en la dimensión cultural de la transformación de las relaciones entre hombre y mujer, en particular en los países en vías de desarrollo.

Entre los asistentes estaban Maimouna Kane, ministro del Desarrollo Social del Senegal; Jo Richardson, diputado del Partido Laboral de Gran Bretaña; Angela Davis, miembro del Partido Comunista Norteamericano; Ivette Roudy, ministro de los Derechos de la Mujer en Francia; Lionel Jospin, Primer Secretario del gobernante Partido Socialista en Francia.

El coloquio se desarrolló en torno a dos puntos principales: La toma de conciencia de que aún, bajo el gobierno socialista, la lucha feminista es una prioridad, aunque en realidad sea considerada como algo secundario.

Y, como el clásico enfrentamiento entre el hombre y la mujer ha cambiado, es necesario establecer nuevas relaciones entre los dos sexos.

Giselle Halimi insistió en la necesidad de transformar el rol clásico, entre los dos sexos, para que la mujer pueda realmente poner en práctica la igualdad. Declaró que aún, cuando el gobierno socialista francés ha hecho grandes progresos  en el campo de los derechos de la mujer, no ha permitido ningún avance en la transformación de las relaciones políticas y personales.

Durante las diversas intervenciones se constató que la crisis económica afecta en mayor grado a las mujeres. Bajo el pretexto de crisis, el gobierno socialista ha juzgado como secundario el problema feminista.

La mayoría de las participantes insistieron en que, hasta ahora el derecho de trabajo ha significado una vida doble y un doble trabajo para la mujer. Por ello señalaron que gran parte de las mujeres piden con insistencia una nueva repartición en los trabajos domésticos y laborales.

Berit As, profesora universitaria en Noruega, señaló la importancia del creciente descontento y necesidad de protesta de la mujer. Afirmó que un 65% del trabajo mundial está hecho por la mujer, mientras que el 35% del trabajo mundial realizado por el hombre recibe un 90% del salario y posee un 99% de los bienes y raíces del mundo.

La economía internacional, dijo, saca provecho del trabajo remunerado de la mujer, cuya entrada al trabajo industrial en Occidente le ha creado el doble fardo de ser explotada y mal pagada.

No es posible, insistió, que sean los hombres quienes creen los modelos económicos ya que no toman en cuenta el 65% de la participación femenina. Es necesaria una visión de totalidad que el hombre no quiere ver. Estamos en guerra, y su violencia también nos afecta a través de la prostitución y la violación. Además de la aniquilación simbólica a la cual estamos sujetas, por la indiferencia que el hombre tiene hacia la mujer, el hombre, afirmó la noruega, “no nos ve, nos destruye por omisión”.

Al final del coloquio, la profesora As propuso una huelga internacional de la mujer como primer paso a una protesta unificada. Frente a esta eventualidad ¿cuál sería la posición de la mujer venezolana?
Entre las intervenciones destacaron las siguientes: Eleanor Leacock, profesora de Antropología, señaló, que en Estados Unidos la publicidad banaliza el rol del movimiento feminista. Los medios de comunicación controlan y le quitan fuerza al avance feminista, estimó.

Ella considera que es necesario crear unidad, teniendo en cuenta que la explotación de la mujer como productora de trabajo y la explotación como reproductora, son inseparables. Es decir se alimentan la una a la otra.   

Propuso la creación de organizaciones femeninas independientes, con el fin de ocuparse de estos problemas y que dichas organizaciones busquen alianza con los movimientos socialistas.
Para la profesora Leacock el trabajo no remunerado, al igual que la reproducción, tienen una significación económica. Eliminar entonces este doble trabajo significaría, para la sociedad capitalista, un costo muy alto, ya que este trabajo no es reconocido ni remunerado.

Ivan Illich, escritor residenciado en México, señaló que la expansión económica ha permitido un aumento de la participación de la mujer en el trabajo asalariado pero con una disminución del salario. Mientras más mujeres trabajan, proporcionalmente menos mujeres tienen la posibilidad de acceder a puestos importantes y bien pagados.
Sólo pueden acceder a puestos de prestigio cuando el salario es bajo. Por ejemplo en las universidades soviéticas hay una gran cantidad de mujeres, pero tienen los salarios más bajos según las estadísticas.    

En la URSS, la mujer también tiene una alta representación en las Asambleas, pero constituyen, lo que Illich llama “los diputados que se deben callar”.
A la exclusión de la mujer de los privilegios del mercado oficial, y del mercado negro, señala la discriminación del trabajo fantasma doméstico a la cual está condenada.
Illich distingue la diferencia y oposición en dos tipos de relaciones sociales que se manifiesten en dos formas de dominación, represión y degradación de la mujer por el hombre: el patriarcado y el sexismo.

El escritor habló de patriarcado en la medida en que constata un control del hombre sobre la palabra, el espacio y los actos de la mujer. En contraste al patriarcado, utiliza el término sexismo para hablar de las consecuencias del hándicap, que sólo una sociedad ideológicamente igualitaria sabe imponer a sus sujetos “humanos” que diagnostica como seres del sexo femenino.

Llama sexismo al aspecto más profundo de este “diagnóstico de segregación”, sin el cual no podría existir una sociedad basada en la mercancía, aunque ella justifique su existencia en la lucha contra esta degradación. Ahí donde opera el sexismo, la discriminación individual golpea diariamente a la mujer en un contexto que la obliga, siempre, a estar en competencia con el hombre por acceder a su palabra, a su espacio y a su trabajo.

Derechos de la mujer

Protestas en Venezuela por los derechos de la mujer.



Back To Articles