Rolando PeñaRolando Peña, "El petróleo soy yo". Casa de América Latina, Paris, 1986.

Rolando Peña: El Petróleo Soy Yo

El Universal. Culturales, 21 de junio, 1986, Caracas.

El 28 de mayo se inauguró en la Casa de América Latina la exposición de Rolando Peña, El Petróleo Soy Yo, que durará hasta finales de junio.

 

Un numeroso público fue ocupando el espacio dorado del Príncipe Negro. Grabados, serigrafías y tres instalaciones depuradas como espejismo del sueño petrolero, fueron cautivando con sus reflejos las miradas sorprendidas. El Príncipe  utilizó uno de los salones para su obra “Adelante con confianza”: una serie de barriles suspendidos sobre un espejo dorado. Afuera, en el hermoso jardín oculto de la Casa, colocó dos enormes instalaciones: una compuesta por barriles acostados que atraviesan un espacio determinado por el espejo dorado y la otra, una enorme columna doble, obelisco dorado levantándose como imagen del oro negro.

Para el público francés El Petróleo Soy Yo, es una toma de conciencia de la presencia omnipotente del símbolo que ha definido a nuestro país. Rolando Peña, con sus nuevas instalaciones impone una nueva forma de mirar y concebir la creación venezolana. Esta exposición se convierte en el camino de oro por el cual circula el Príncipe Negro con una rosa dorada en el ojal, como preludio a un nuevo exorcismo de estas viejas tierras.

El Príncipe Negro con su amplia sonrisa y pícara mirada nos cuenta lo que significa para él esta primera exposición individual que hace en París:

“La primera experiencia que tuve en París fue en el año 69 cuando presenté en la Cinemateca Francesa de Chaillot, la película “Diálogo con el Ché”, que había participado en el Festival de Cannes de ese año y había sido invitada al Festival de Berlín. Como cosa extraña y contradictoria, esta película representaba a EUA como cine underground que estaba de moda en los años 60. Tuvo una gran acogida y además armó un gran escándalo en el Palais Chaillot. Henri Langlois, el entonces director de la Cinemateca Francesa, me contó que los dos escándalos más grandes que se habían armado en la Cinemateca Francesa habían sido El Perro Andaluz, de Buñuel y Diálogo con el Ché. Esta película la hice con José Rodríguez Soltero, un portorriqueño que desgraciadamente no hizo más cine y se dedicó a estudiar leyes, con lo cual perdimos un gran cineasta y ganamos un abogado más del montón.
“Desde entonces”, continúa Rolando, “quedé motivado con París, así como cuando se te queda el gusto de un buen dulce, quise realizar algo solo, algo más mío dentro de la plástica.

Ya había participado en dos exposiciones que organizó Asdrúbal Colmenares, una en Chamonix en 1982 y otra en París en 1985.  Pero esta es mi primera gran exposición individual. Estoy sorprendido con el público nutrido, variado y crítico que asistió. Para se mi primer rompimiento, con eso que llaman la línea de fuego, creo que no está nada mal, como dicen los franceses, pas mal ¿no?”

¿Estás haciendo el camino a la inversa, es decir, tú vienes a París cuando todos los otros van a Nueva York?
“Fui a Nueva York cuando nadie iba, cuando todos decían que eso era un horror, el imperialismo yanqui, esas tonterías y pequeños clichés que, por fortuna, nuestra gente y el mundo entero se ha dado cuenta que no tienen ningún sentido.  Yo iba a Nueva York en esa época porque era una forma de contradecir la opinión de las masas. Como ahora está de moda ir a Nueva York, ya no voy. Descubrí a Nueva York en los años 60 cuando ningún latinoamericano iba. Los primeros en descubrir esa ciudad fuimos la escultora venezolana Marisol Escobar y yo. Ahora descubro a París”.
Con su aire de iluminado, Rolando revela su visión sobre su escogencia: “Pienso que en Europa va a haber un renacimiento, tengo la intuición de que algo interesante va a suceder. Por ello estoy, de nuevo, contradiciendo a la opinión general. Estoy en contra de todo lo que es patrón aceptado. Eso corresponde a mi espíritu absolutamente diabólico que me mantiene joven aún, y de tierna edad, pero consciente de lo que hago”.

Para reafirmar su intuición, Rolando añade lo siguiente: “Con respecto a París siento muchísimo que Jacques Lang no sea más Ministro de la Cultura, él estaba haciendo una labor cultural muy coherente. En cambio, este señor Leotard me da la impresión de no saber nada de nada. Pienso que es un burócrata y como todo burócrata es ignorante”.

¿Tú vienes ahora a conquistar París o ya lo conquistaste?
“Vengo modestamente a conquistar París, pero creo que voy a conquistarlo con todos los hierros”.

¿Hay un cambio en tu trabajo en cuanto a la utilización del espacio y espejo?
“Creo que estoy evolucionando. Lo más importante de una obra es la coherencia. Esta última obra es el summum de todos los planteamientos que he realizado hasta el momento. Ahora utilizo el espejo dorado, entro en mi mundo dorado, de petróleo, de oro negro”.
“El día de la inauguración”, añade el Príncipe, “Cruz Diez me dijo que consideraba que esta era una de las exposiciones más importantes que él había visto en los últimos años en París y, sobre todo, una de las más coherentes. Eso fue en general lo que me comentó también Seguí y Gamarra. La coherencia es una cosa lineal, indestructible pero no es estática ¡ojo! Ser coherente no es ser estático”.
El Príncipe afirma que su obra no es una repetición sino más bien una evolución dentro de un mismo tema: el petróleo. Y para reforzar su idea señala la utilización que hizo del jardín de la Casa de América Latina: “Si el espacio es rico yo lo enriquezco, si es pobre trato de enriquecerlo. Por ello decidí romper ese espacio clásico del jardín dentro de un esquema estético y clásico pero contemporáneo con mis instalaciones. A nadie se la había ocurrido antes utilizar el jardín porque eso es un problema de sensibilidad. El artista debe señalar lo que es”.
Sobre la actitud del público nos dice: “Me considero un creador testigo y cómplice de mi tiempo y del espacio que escojo. Y como tal, creo que el público tiene que ser cómplice de mi arte. Hago instalaciones para que el público intervenga. A mí no me gustan los testigos. Los testigos por lo general son policías y a mí no me gustan los policías”.

¿Cuál fue el apoyo con el cual contaste para llevar a cabo esta exposición?
“Tuve muchos problemas al respecto. Cuando recibí la invitación oficial de la Casa de la América Latina, acudí a cancillería porque pensaba que era el sitio más idóneo y porque tienen un departamento llamado ‘Relaciones Culturales de la Cancillería’ que debería preocuparse por este tipo de eventos. En la época en que Jorge Dáger, quien verdaderamente se interesa por el arte, dirigía ese departamento yo acudí a él en diversas oportunidades y siempre recibí su apoyo. El nuevo equipo de la cancillería al comienzo me prometió el pasaje y los viáticos pero la última semana antes de mi viaje me lo negaron. No se dieron cuenta de que estaban paralizando la obra de un creador venezolano en el exterior a quien se le estaba dando una oportunidad muy importante. Esta es la primera exposición individual que realiza un venezolano en la Casa de América Latina.
“Yo no me amilano ante nada”, continúa el artista, “pues tengo muy claro que yo no soy una circunstancia del poder momentáneo sino que soy un poder en mí mismo. Yo paso a la historia como creador digno y serio.
“Hablé entonces con Petróleos de Venezuela, quienes junto con Maraven y la compañía aérea Viasa me brindaron su apoyo. La señora Blanca Ibáñez, secretaria privada del Presidente, me recibió cuando yo andaba desesperado porque no tenía ni pasaje ni viáticos, y su reacción fue muy positiva. Se lo agradezco muchísimo.
“También,” insiste, “la Casa de América Latina y su directora Elizabeth Burgos, la Compañía de Petróleo francesa Elf Aquitaine, el embajador Ramón Escovar Salom y el embajador ante la Unesco Marcel Roche y su esposa, me brindaron todo su apoyo”.

¿Cuáles son tus próximos planes, qué otros espacios piensas conquistar?
“Tengo una exposición prevista en Yugoslavia por el premio que gané el año pasado en la bienal. Voy a la Bienal de Venecia, el 26 de junio. Los venezolanos no me invitaron pero el argentino, Jorge Glusber, me pidió que participara con ellos con una performance o una instalación. En octubre, es casi seguro que haga una exposición en el nuevo Museo Contemporáneo Latinoamericano en Nueva York. Además estoy invitado en noviembre para la Bienal de Cuba. Creo que es bastante para el año 86”.

Y para despedirse de nosotros el Príncipe Negro nos entrega una parte de su alma: “Seguiré tratando de ser honesto y fiel a mí mismo, y fiel a mis amigos que es lo más importante. Seguiré siendo cómplice de la amistad y del amor”.

Rolando Peña
Rolando Peña, "El petróleo soy yo"
Casa de América Latina, Paris, 1986.
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