Lawrence Ferlinghetti
Lawrence Ferlinghetti. Foto de : irom.wordpress.com © Christopher Felver

Exclusivo Brecha: Ferlinghetti

Brecha, 23 de enero, 1987, Montevideo.

Lawrence Ferlinghetti, el poeta beat que preparaba sus textos en aquellos años locos de los 60 como si fueran cócteles molotov, ahora aparece más sosegado y agudo, aunque tan en órbita como treinta años atrás.

 

Esta entrevista con Lawrence Ferlinghetti se llevó a cabo en un estudio de la Cité des Arts, su alojamiento habitual, a su paso reciente por París.

Corso, Ginsberg, Kerouac, usted, y su editorial City Lights Books de San Francisco, son nombres asociados, casi míticamente, a todo cuanto se refiera a la Beat Generation. Treinta años después: ¿qué es para Lawrence Ferlinghetti escribir hoy?
Escribir para mí es lo que está viendo ahora en estas paredes. Estuve dibujando y haciendo grabados para un libro que se llama El beso freudiano. Estos dibujos son para ese libro. También estoy escribiendo una novela con palabras, su título es Love in the Time of Rage (El amor en el tiempo de la cólera) (?) sic, sin comentarios de la transcripción) donde trato la revolución estudiantil del 68, especialmente en París, ciudad en la que viví de los años 46 al 51, mientras realizaba mi doctorado sobre literatura comparada.

Le cuento una anécdota. Hace unos años un profesor de la Sorbona vino a entrevistarme a San Francisco. Quiso saber cuál había sido el tema de mi tesis: “La historia del meadero en la literatura francesa”, le dije, y lo escribió y publicó textualmente, sin darse cuenta de que evidentemente, yo estaba bromeando. Se puso furioso cuando se vio en ridículo ¿Se da cuenta? ¿Catedrático de la Sorbona, y ni siquiera se tomó el trabajo de verificar el asunto teniendo la biblioteca de la Universidad al alcance de la mano? De haberlo hecho hubiera encontrado que el título de mi tesis era la ciudad como símbolo de la poesía moderna.

Como esta anécdota Ferlinghetti la refirió en unas cuantas entrevistas, luego del esperado – pero breve-, comentario sobre la mayor significación del primer título, se continúa con un enlace periodístico tipo: ¿Por qué regresa a la ciudad como protagonista de su escritura?
Hoy todos lo hacen.

¿Le parece?
Sí, claro. Es en el paisaje donde ocurren las cosas. En mis años de estudiante en París traduje a Prévert que paseándose por las calles era un ojo caminador. Prévert decía que la poesía se hace en la marcha.

¿Cómo conjugó ser poeta y al mismo  tiempo el importante editor de City Lights Books?
Para mí, esas dos actividades estuvieron naturalmente unidas. Ser editor le permite a uno desarrollar su sentido crítico.

Pero también hay que ser muy generoso para ser editor.
¿Generoso?

Claro, entre otras cosas hay que evitar la competencia con los autores que uno publica.
¡Ah! Mis libros los edita New Directions

Yo me refiero a un sentido mucho más profundo.
Mire, pienso que hay lugar para todo el mundo.

¿Dónde?
Es que no se trata de andar publicando a los otros y quedarse uno sin publicar.

Volvamos entonces al acto de escribir…
 La escritura es subversión y para mí, siempre lo fue. Apollinaire dijo: “La barca del amor se astilla contra la ribera de lo cotidiano”. Toda expresión artística, especialmente la poesía, ataca al mundo materialista. La figura de Chaplin es el símbolo, porque representa el hombrecito o la mujercita que hay en cada uno de nosotros haciendo frente al gran mundo cruel. Quiero decir, luchando contra el Estado, ya sea capitalista, comunista, militarista, fascista. Marcuse lo llama “Eros versus Civilización”. Ningún tipo de civilización puede existir sin cierta supresión del Eros porque si no estaríamos frente a la barbarie. La gente con mentalidad fascista saca ventaja de esto para crear enormes infra y superestructuras que dominan, someten y esclavizan al individuo. En Estados Unidos tenemos una superestructura represiva tal que cada persona tiene que obedecer a lo largo del día miles de leyes.
Por definición el poeta sufre el peso de Eros; es quien asume la búsqueda del impulso vital y del impulso amoroso. Repito: del impulso creador, convirtiéndose en consecuencia en enemigo de los estados.

¿Qué les propone entonces hoy día a sus lectores?
Convertirlos a mi anarquismo. A que cada uno sea Eros. Que cada uno sea amante y no peleador o resentido.

La novela donde nos cuenta todo eso, ¿en qué estado de realización se encuentra?
Llevo dos meses en París. Todas las mañanas me siento entre tres y cuatro horas en un café y escribo. De alguna manera me ocurrió con esta novela como a Mozart (sic) con sus sinfonías; dicen que las tenía escritas en la cabeza antes de verterlas en el pentagrama. Por primera vez escribo sin ningún tipo de hesitaciones.

(Con envidia) ¿Quiere decir que escribir lo hace más feliz?
Por supuesto. Si no, no le veo sentido.

(Con más envidia e incredulidad) ¿Entonces no sufre? ¿Para nada?
No. Mis dibujos me dan placer y lo que escribo también.

¿Escribe siempre a mano?
Sí, es más real.

¿Para usted el viaje es importante?
Me estimula, como fumar marihuana.

¿Todavía fuma?
Claro.

¿Lee poesía?
Estoy leyendo a Blaise Cendrars que  no se consigue en Estados Unidos; pienso que es tan importante como Apollinare.

El Cendrars novelista me parece en cambio muy indigesto; hablo de Moravagine, por ejemplo.
No conozco esa novela.

¿Quiere que se la regale?
No, gracias, en este momento tengo mucho para leer. Voy a empezar El otoño del patriarca, de Márquez (sic).

En la despedida, por pudor, se omite comentar la aparición de El amor en los tiempos del cólera.
¿Ferlinghetti lo ignoraría?

Lawrence Ferlinghetti
Lawrence Ferlinghetti
Foto de: theunobserved.com


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