P. D. James, Julian Symons, H. R. Keating y James MelvilleP. D. James, Julian Symons, H. R. Keating y James Melville.

El crimen vende: Encuentro con la novela policíaca británica

El Nacional, Papel Literario, 1987, Caracas.

Esa literatura con olor a pólvora, que siembra innumerables cadáveres y crece dentro de tramas que entrecruzan la lógica razón con pasiones demenciales, repunta otra vez en las listas de los libros más vendidos de Estados Unidos y Europa. No es sorprendente: en el pasado execrada por intelectuales que la consideraban bastarda, hoy en día no hay quien pueda sustraerse de la novela policial y las lecturas que proponen sus incesantes páginas. Unos meses atrás tuvo lugar en Madrid una apoteósica Feria del Libro (Liber 87). Carol Prunhuber asistió al evento y envió, para el Papel Literario, la conversación que mantuviera con cuatro importantes escritores que en la actualidad venden millones de ejemplares a cuenta de sus crímenes imaginarios. Ocasión ideal, también, para descifrar cuál es la verdad en Venezuela acerca del éxito o fracaso de tan masivo género.

Este año el Salón Internacional del Libro 87 contó con la presencia de cinco autores británicos de la novela policial: P. D. James, Julian Symons, James Melville, H. R. Keating. Todos ocupan actualmente los primeros lugares del best seller del género. Tuve la suerte de concertar una cita con ellos en el Hotel Meliá Castilla. En medio de la modernidad del lugar, el ajetreo de los huéspedes, que iban y venían y los continuos llamados de la operadora por el altavoz, nos sentamos a hablar del crimen.

Una reina inesperada

Phyllis Dorothy James (o P.D. James), considerada la “nueva reina del  crimen”, ha vendido medio millón de ejemplares  en Gran Bretaña y un millón en los Estados Unidos. Esta dama inglesa de 67  años ha escrito nueve novelas en un cuarto de siglo. Para muchos no es sólo la digna sucesora de Arthur Conan Doyle y Agatha Christie, sino la principal artífice del actual resurgimiento de la novela policial. Sus dos últimas novelas Mortaja para un ruiseñor (Edhasa) y Sabor a muerte (Versal) no se limitan a ser intrigas policiales que buscan sólo el “suspense”, sino obras bien ambientadas y muy documentadas que analizan las relaciones sociales y la psiquis humana frente al crimen. Para P. D. James, la muerte es una obsesión.
“Me cautiva la muerte como muerte y la describo con vivacidad. Me interesa el efecto que produce una muerte violenta en un grupo de gente que ha estado en contacto con ella. El homicidio altera un orden.”

Algo más que un divertimento

Julian Symmons es considerado el “historiador oficial” de la novela negra. Quizá porque su Historia de la novela policial es tan pobre e intrascendente como toda versión oficial de la realidad. Además ha publicado ensayos, biografías y novelas policiales.
Symmons ha intentado con su historia de la novela del crimen hacer que se acepte este género. “La novela debe entretener, señala, pero no puede ser solemne ni de difícil lectura. El inspector Ghote, de Harry Keating, es un personaje serio que tiene sus problemas morales y debe resolverlos de la mejor manera posible. Esto no sucedía con Agatha Christie. La descripción que hace James Melville de la sociedad japonesa funciona dentro del mecanismo de la historia policial, pero son cuadros serios de una sociedad.”

De la diplomacia al crimen

James Melville, un hombre bajo y de barba gris (muy bien cuidada), nunca pensó que sería un escritor del género policial.
“Fui un burócrata durante treinta años. Pero al final comencé a aburrirme, el trabajo se me hacia repetitivo. Estando en Japón me vi involucrado en un verdadero caso de crimen. Un extranjero occidental había sido asesinado y un gran misterio rodeaba el caso. Me di cuenta que era un adicto de la ficción policial y decidí escribir una novela. Pero tomé consciencia de que disfrutaba más escribiendo sobre Japón que armando un enigma. Sé que mis argumentos no son muy ingeniosos y por lo general no sé ‘quién cometió el crimen’ hasta el final. Lo que me interesa de verdad es la colisión de dos formas de pensamiento: la japonesa y la occidental”.

De Londres a Bombay

H. R. Keating escribió durante años sobre Bombay sin haber pisado la India y para sorpresa de los hindúes tenía un conocimiento insólito de esa ciudad. Keating es un hombre alto y flaco, sumamente cortés y afable, que esconde un humor muy fino detrás de sus ojos claros.
“Escribo sobre la India por razones puramente comerciales. Mis editores norteamericanos consideraban que mis primeros libros eran demasiados ingleses. Necesitaba un entorno y un detective exótico. En esa época la India estaba en el aire. A mí me atraía ese país. Pensaba hacer un solo libro pero como fue un éxito, no me detuve. Después de publicar ocho libros me invitaron a la India. Y debo decir que mis anfitriones arreglaron a Bombay de tal forma que se parecía a la ciudad de mis libros”.

Las leyes del mercado

Aun cuando muchos escritores del género policial comienzan a escribir para ganar dinero, casi todos han tenido que llegar a la fama para poder vivir de la escritura. P. D. James trabajó en el Home Office (Ministerio del Interior) hasta los 59 años, cuando se jubiló para dedicarse por completo a la escritura.
H.R. Keating vive de lo que escribe sólo desde que fue editado en los Estados Unidos. James Melville durante un tiempo escribía pero vivía de su trabajo diplomático. “Recién en los dos últimos años he podido vivir exclusivamente de mis novelas. Como ex burócrata gozo de una entrada básica que me proporciona mi pensión, lo que me permite ahora dedicarme a tiempo completo a la escritura”.

La vieja dama y el detective
Julian Symmons me ofreció la siguiente respuesta cuando le consulté su punto de vista acerca de Patricia Highsmith. “Los norteamericanos no la celebran, incluso están desconcertados con el éxito que ha tenido en Europa. La importancia de su obra radica en la intensidad emocional que hay en cada uno de sus personajes y en su habilidad en transmitir las emociones”.
“Patricia Highsmith – añade Keating -, es una gran novelista del crimen. Mantiene el elemento de entretenimiento y a la vez tiene mucho que decir sobre el mundo”.

Anotando el resurgimiento del interés por la novela policial en Europa y Estados Unidos, P.D. James consideró que el género es Aristotélico en cuanto a la perfección de su forma. “El hecho de que exista la posibilidad de hacer justicia en este mundo, reduce el caos a una dimensión ética y humana”.

Según H.R. Keating, el detective ha sido una figura mítica desde Edgar Allan Poe hasta Sherlock Holmes. “Se puede pensar que el detective es sólo alguien que resuelve un crimen gracias a su inteligencia, pero es más que eso. Según Poe, es la figura que combina las dos partes del cerebro, el derecho y el izquierdo, el racional y el intuitivo. Es aquel capaz de ponerse en el lugar del otro. Holmes se disfrazaba y Watson decía “se convirtió en tal y tal”. El inspector Maigret de Simenon daba vueltas hasta convertirse en la persona que cometió el crimen. De esa forma el gran detective nos enseña que podemos ser otros.

James Melville considera que el detective incluye una dimensión moral. “Todas las personas en algún momento de su vida, o durante casi toda su vida, se han sentido solos, asustados y desconcertados. El detective es un personaje que tranquiliza y a través del cual el ser humano puede sacarle sentido a este sin sentido que llamamos vida. Es un consuelo”.