Cronología de Felisberto Hernández

Publicado en Narraciones Incompletas, Editorial Siruela, 1990, Madrid.

1902
Nace en Montevideo el 20 de octubre. Primero de los cuatro hijos de Juana Hortensia Silva, “calita”, y de Prudencio Hernández, constructor de origen canario veinte años mayor que su mujer. Calita siempre mantuvo con su hijo una relación de dependencia y de sobreprotección, mientras que Deolinda, la tía abuela ejercía la autoridad.
En sus cuentos, Felisberto describe las “bromas crueles” de esta abuela, quien lo asustaba por las noches con juegos de sombras o colocándole un sapo en la barriga mientras dormía. En cambio, no cuenta cómo lo amenazaba con castigarlo con el látigo sin avisarle cuándo lo haría. Felisberto entonces pasaba las noches en vela temiendo la llegada de la madrugada y los azotes de Deolinda.
Los recuerdos de su primera infancia, su casa natal al pie de un cerro, los grandes árboles, las calles de la periferia, las diversas mudanzas y su numerosa familia aparecerán con posterioridad en sus primeros cuentos.

1908
Muere su abuelo. Felisberto comienza a ir a la escuela. De esta época data la anécdota sobre su primera maestra en “Primeras invenciones”. Cuenta que un día al ver a su maestra sentada tuvo unos enormes deseos de vivir bajo sus faldas como un pollito bajo su madre gallina.

1911
Comienza a estudiar piano en con Celina Moulié, profesora francesa, futura protagonista de su relato “El caballo perdido”.

1914
Mientras continúa sus estudios de piano ingresa en la Escuela Artigas de Enseñanza Primaria donde cursa estudios preparatorios para ingresar en la Universidad.
Se integra en los “boy-scouts” uruguayos Vanguardias de la Patria, con los que recorre los pueblos de interior del país e incluso llega a cruzar los Andes hacia la ciudad de Mendoza en Argentina. Este viaje lo relata en su novela inconclusa Tierras de la Memoria.

1915
Conoce a Clemente Colling, profesor de piano “ciego y tuerto”, en quien se inspira para escribir otro largo relato.

1917
Para ayudar económicamente a su familia comienza a trabajar como pianista acompañante en una sala de películas mudas. Debido a su total dedicación al piano no tuvo tiempo para continuar sus estudios universitarios.

1918
Monta un conservatorio en su casa, donde da clases particulares y asume la música como medio para ganarse la vida. Invierte en el estudio del piano entre doce y catorce horas diarias.

1919
Exhausto por el trabajo y el estudio del piano, decide pasar unas vacaciones en Maldonado, en casa de su tía Deolinda. Allí conoce a su futuro empresario y editor, Venus González Olasa, y a María Isabel Guerra, maestra cinco años mayor que él, con quien comenzó un idilio amoroso a pesar del rechazo de la familia Guerra, quien lo consideraba un desequilibrado. Para poder verla, Felisberto, viaja a Maldonado una vez por semana con el pretexto de dar clases de piano a su novia.

1920
Inicia estudios de composición y de armonía con Clemente Colling. Con él también aprendió a ser maestro de música, a “tener conciencia en todos los dedos”.

1922
Conoce y se introduce en el círculo del filósofo Carlos Vaz Ferreira, cuyo pensamiento habría de influenciarlo. Empezó a dar recitales estrenando incluso varias composiciones propias.

1924
Convence a su familia para hospedar a Colling en su casa. Convivirán durante un año, pero la presencia y el desaseo de Colling aleja a muchos amigos de la casa. Entonces Calita decide mudarse para poner fin a esta situación.

1925
Se casa con María Isabel Guerra y se van a vivir cerca de Vaz Ferreira. Felisberto participara con frecuencia en las veladas musicales del filósofo en incluso en algunas ocasiones como solista.
Publica Fulano de tal, una edición de autor de pequeño formato, celebrada por sus amigos.

1926
Comienza a trabajar como pianista en la orquesta del café La Giralda de Montevideo. Pero un día, al llegar al café, se encuentra con que habían “contratado a una orquesta de señoritas”. Su padre le consigue un empleo como pianista y director de una pequeña orquesta en un café concert en Mercedes, un modesto pueblo del interior. A partir de este momento hasta 1942, para ganarse la vida Felisberto recorrerá los pueblos de Uruguay yd e la provincia de Buenos Aires dando recitales en los clubs sociales, escuelas y sociedades de beneficencia.
Muere Clemente Colling. Felisberto conocerá la noticia estando en Mercedes.
Nace su primera hija, Mabel Hernández Guerra. Felisberto, ausente debido al trabajo, sólo la conocerá cuatro años después.

1927
Da su primer concierto en Montevideo en el Teatro Albéniz. Estrena dos piezas de su propia creación.

1928
Ofrece un recital en Montevideo en la Casa del Arte. Este concierto fue aplaudido unánimemente por la prensa uruguaya.

1929
Edita su segunda libro Libro sin tapas, elogiado por la crítica. Una nueva gira de conciertos por el interior del país.

1930
Edita su tercer libro, La cara de Ana.

1931
Publica su cuarto libro, La envenenada, que al igual que los primeros provoca un vivo interés en un círculo reducido de amigos y conocidos del mundo de la cultura, pero ninguno de ellos tuvo mayor difusión.
Se separa definitivamente de María Isabel y no volverá a ver a su hija hasta veintitrés años después, el mismo día de su boda, con el temor de no reconocerla en la sala del registro civil. A partir de ese momento nunca más dejaran de verse.

1935
Durante un homenaje que le rinde los montevideanos como pianista, en las salas del Ateneo, reencuentra a la pintora Amalia Nieto, enamorándose en el acto.

1937
Matrimonio con Amalia Nieto. Al comienzo, amparados por la familia Nieto, viven sin grandes preocupaciones.

1938
Nace su segunda hija, Ana María Hernández Nieto. Felisberto recomienza sus giras, esta vez por Argentina.

1939
Tras su concierto en Buenos Aires se le reconoce como virtuoso.

1940
Continúa su gira por la provincia de Buenos Aires.
Muere su padre en Montevideo.
Regresa a Uruguay. Su situación económica continúa siendo precaria. Sus repetidas ausencias y el aumento de sus deudas crean conflictos en el matrimonio. Empujado por Amalia decide montar, en el garaje de la casa delos Nieto, una librería, El burrito blanco. A los pocos meses fracasa. Felisberto pasa las horas escribiendo y perfeccionando un sistema taquigráfico que había inventado, olvidándose de reponer en las estanterías los libros vendidos.
Visita con frecuencia el servicio psiquiátrico de un hospital donde trabaja su amigo el doctor Alfredo Cáceres. Se interesa por ciertos tipos de locura. Un día acompaña a su amigo a visitar a una paciente: una joven muy gorda que vivía en la trastienda de un negocio familiar en un cuarto pintado de verde, sin ventanas e iluminado con luz artificial. La joven, que sufría de hidropesía, vivía acostada. Felisberto, impresionado, comenta al doctor Cáceres: “A esta mujer le hace falta una ventana. Voy a escribir un cuento” [1]. Escribió “El balcón”, la historia de una joven que se enamora de su balcón.

1942
Acuciado por los problemas económicos e incapaz de resolverlos, optó por una via drástica: vendió el piano. Ese día abandonó a Amalia y también la música.
Regresa a vivir a una pensión muy pobre con su madre. La frustración y el resentimiento lo consumen. Pasa las tardes recorriendo los cafés de la ciudad con una libreta llena de manuscritos que corrige una y otra vez.
Con la ayuda de sus amigos publica su primera novela, Por los tiempos de Clemente Colling. Recibe el premio del Ministerio de Instrucción Pública y el elogio de la crítica. Entrega un ejemplar a Jules Supervielle, quien acaba de llegar a Montevideo huyendo de los estragos de la guerra europea. Poco después éste le escribe una carta elogiosa. Este reconocimiento significó un vuelco en su vida y el comienzo de una larga y fructífera amistad.

1943
Amparado por la familia Supervielle y por su nueva novia, la escritora Paulina Medeiros, inicia una etapa de intensa dedicación a la escritura. Medeiros lo introduce en nuevos círculos de intelectuales uruguayos y argentinos. [2]
Publica El caballo perdido, premiado por el Salón Municipal de Montevideo.

1944
Gracias a las publicaciones de sus primeros cuentos en diarios y revistas, aumentan sus admiradores. Publica fragmentos de su novela Tierras de la Memoria y los lees en la radio, donde también interpreta al piano composiciones suyas, en un homenaje que le rinden en la Audición titulada Escritores de América.
Comienza a trabajar como empleado de la Asociación Uruguaya de Autores. En la sección de Control de Radio debía escuchar las emisiones para luego señalar la duración y naturaleza del programa, el autor de los libretos y las composiciones musicales. Sus tareas irán cambiando pero siempre será un trabajo burocrático. Renunciará en 1956.

1945
En Amigos del Arte es presentado en de forma elogiosa por Jules Supervielle.
Publica su cuento “El balcón” en la prensa argentina.

1946-48
Gracias a Supervielle, el gobierno francés le otorga una beca para escribir en París.  Eran los años de la posguerra. Durante dos años viven en el Hotel Rollin de la rue de la Sorbonne, alejado de todo lo que no fuera el medio uruguayo o el entorno de Supervielle. Roger Callois se interesa por su obra y publica algunos de sus cuentos. Estando en Europa busca con afán una popularidad que antes no le había interesado, “la diosa perra popularidad que él despreciara”.
En 1947 la editorial argentina Sudamericana publica su libro de cuentos Nadie encendía las lámparas.
Conoce a María Luisa Heras, una modista española, viuda y refugiada de la guerra civil. Fue otro enamoramiento fulminante. A su regreso en 1948, tras múltiples gestiones, logra llevársela a Uruguay.

1949-51
Se casa con María Luisa Heras pero dos años después se separa. Como de costumbre Felisberto regresa a vivir con su madre en una pensión.
Publica Las Hortensias en una revista y luego “Mi primera maestra”. Continuará publicando en la prensa y revistas.

1954-58
Conoce a Reyna Reyes, profesora de pedagogía y escritora, quien además de convertirse en su cuarta esposa fue su musa, devolviéndole el entusiasmo por la escritura. Cuando Felisberto la conoció estaba viviendo con su madre y continuaba con su empleo en la radio. Reyna alquiló una casa donde, durante un tiempo, vivieron felices hasta que un día le dijo: “No puedo dormir más en esta casa, porque pienso que mamá está sola en una pieza oscura”. Entonces Calita se fue a vivir con ellos. Reyna le consigue un puesto como taquígrafo en la Imprenta Nacional y un permiso para que utilice el piano del Ateneo de Montevideo.

1956
Se suma al MONDEL (Movimiento Nacional de la Defensa de la Libertad), organización anticomunista, aceptando dar una serie de conferencias radiales que le proporcionaron un cierto beneficio económico. Con respecto a su posición política, existen dos versiones: la de sus allegados, que afirman que fue un analfabeto político que se sometió al MONDEL por candidez, o la de otros, quienes afirman que “tenía un sibilino resentimiento contra la especia humana…tal vez por eso en las historias de Felisberto hay más objetos que personas y más curiosidad por el pasado que por el porvenir”. [3]
Acaso debido a su precaria situación, Felisberto temía perder sus pocos “privilegios”. De acusada tendencia individualista, creía fanáticamente en el “arte purismo” y en la creación como acto solitario.

1958
En agosto, Reyna se cae, se fractura un brazo y la hospitalizan. Felisberto no fue a visitarla y poco a poco comenzó a mudar sus libros y ropas, A fines de ese año se le ve paseando por las calles de Montevideo con su nueva novia, María Dolores Roselló, a la que había conocido en la imprenta.

1960-62
Se encuentra de nuevo viviendo con su madre mientras formaliza su relación con María Dolores, con quien espera casarse.
Sigue trabajando en la imprenta, da clases de piano y prepara lo que llamaba “el gran concierto”. Escribe infatigablemente nuevos cuentos y diversos fragmentos en su sistema taquigráfico.
En 1960 edita, en Montevideo, “La casa inundada”. En 1961 publica, en edición de lujo, “El Cocodrilo”. En Italia aparece “La Casa inundada” en una antología del cuento universal.

1963
Felisberto aparece haber alcanzado el equilibrio, pero se siente cada vez más fatigado. Amante de la buena mesa, atribuye este cansancio al exceso de peso. A partir de ese momento sólo escribirá en su sistema taquigráfico. Busca solaz en las salas de cine, disfrutando con Ben-Hur, Los diez mandamientos o Lawrence de Arabia. La idea de la muerte comienza a rondarlo, el cuerpo se lo está anunciando. Su estado de salud empeora poco antes de Navidad, y tienen que internarlo en el hospital, donde es sometido a transfusiones diarias de plasma. El diagnóstico es irreversible: leucemia terminal.

1964
A comienzos de año lo trasladan a casa de su hermana Ronga. Le dicen que tiene una enfermedad de los riñones llamada púrpura. Siente curiosidad por la muerte y sólo teme que “el cuerpo se le vuelva púrpura en el velorio y que no sea posible mostrarlo a las visitas”.
La madrugada del trece de enero, Felisberto deja tras de sí un cuerpo tan hinchado que no pudieron sacarlo por la puerta sino por la ventana. Al llegar al cementerio, reposa algunas horas bajo los “grandes árboles” mientras los sepultureros agrandan la fosa para dar cabida al ataúd.

 

[1] Citado en Giraldi, Norah: Felisberto Hernández: Del creador al hombre. Edición la Banda Oriental, Montevideo, 1975.

[2] Su relación con ella fue larga e intermitente y la conocemos gracias a la publicación de la correspondencia entre ambos. Medeiros cuenta: “Lo conocí vistiendo dos tricotas de lana en pleno enero; tiritaba quejándose de dolores en las articulaciones.”. SU enfermiza sensibilidad le producía periódicas crisis de aislamiento, sobre todo cuando creaba.  Necesitaba un silencio absoluto para escribir; cualquier ruido lo molestaba y volver a concentrarse se convertía en una gran faena. “fuera de la etapa introvertida”, comenta, “siempre fue un niño o un espíritu chisporreante de gracia y humor”. Su relación con el mundo era lenta y aprensiva, por eso cuando tenía una cita llegaba medio hora antes para conocer y adaptarse a los objetos y al ambiente del lugar. Leal con los amigos, lo fue menos con las mujeres. Buscaba en ellas una protección del mundo cotidiano, pero cuando la relación se volvía conflictiva o se le exigía un compromiso más profundo, se alejaba y regresaba con su madre, la única mujer a quien nunca abandonó Cuenta Medeiros que en ‘uno de sus instantes de saturación marital, abandonó la cámara de sus esposa para establecer dialogo permanente con su propia madre, entonces huésped del hogar”.  (Citado en Medeiros, Paulina: Felisberto Hernández y yo. Edición de la Biblioteca de la Marcha, Montevideo, 1974.)

[3] Citado en Martínez, Tomás Eloy: “Para que nadie olvide a Felisberto Hernández”. En La Opinión, Suplemento Cultural, Buenos Aires, n.o 877, 1974.

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