Protestas en Iránr

IRÁN: Protestas continúan, un mes después de las elecciones presidenciales

Fisuras en cúpula gobernante amenazan la supervivencia de la república islámica.
Las manifestaciones en contra de la reelección de Mahmoud Ahmadinejad revelan profundas divisiones en el régimen de los ayatolás

El Nacional, 3 de agosto, 2009, Madrid.

 

Las protestas callejeras contra los resultados de las elecciones del 12 de junio continúan desafiantes en Irán. Personajes importantes de la cúpula clerical no dan tregua al régimen con sus críticas que cuestionan la autoridad del guía supremo, el ayatolá Alí Jamenei.

Más de 20 personas han muerto en las manifestaciones reprimidas en las manifestaciones reprimidas por los cuerpos de seguridad y las milicias civiles. Cerca de 1.000 personas han sido detenidas y se desconoce el paradero de muchas de ellas. Fuentes de la oposición señalan que se está produciendo un endurecimiento del régimen en torno a los sectores más duros del Integrismo islámico chiita: la Guardia Revolucionaria, el presidente Mahmoud Ahmadinejad y la secta conservadora más radical, los Hoyatieh, encabezada por el ayatolá Taqi Mesbah Yazdi (mentor espiritual del mandatario). Esta secta cree que el imán oculto, o Mahdi, regresará en tiempos del apocalipsis para traer la justicia islámica al mundo.

El grupo de los duros no quiere ningún tipo de apertura ni tendencias diversas dentro del régimen. Busca la total homogeneización del sistema integrista y se propone retomar la expansión del islam en el exterior.

Controversia. El reciente nombramiento como vicepresidente de Esfandiar Rahim Mashaie, quien hace unos meses declaró que Irán era amigo del pueblo israelí, enfureció a los conservadores, que exigieron su inmediata destitución. Ahmadinejad se negó hasta que Jamenei se lo exigió públicamente. Pero acto seguido, el Presidente lo nombró su consejero principal. Según analistas, a los conservadores les preocupa los lazos de Mashaie con los hoyatieh. Las críticas contra el jefe de Estado entre los que debían ser sus aliados muestran su creciente debilidad.

La Guardia Revolucionaria, la institución económica, política y social más poderosa de Irán, también ha logrado colocar a sus partidarios en los diversos estamentos de la sociedad. Algunos de sus miembros, antiguos compañeros de Ahmadinejad, ocupan puestos en el Parlamento y están en las cúpulas del poder. Esto ha producido una gran ineficiencia dentro del Gobierno, además de constantes denuncias de corrupción.

Ahmadinejad fue miembro de la fuerza Quds, comando de la Guardia encargada de llevar a cabo operaciones terroristas, entre ellas el asesinato de disidentes políticos en el extranjero. Recientemente, Peter Pilz, parlamentario austríaco del Partido Verde, volvió a acusarlo de haber participado supuestamente en el asesinato del líder kurdo iraní Abdul Rahmán Ghasemlú y dos colaboradores en Viena, en 1989. Pilz presentó la declaración de un vendedor de armas alemán, preso en Italia, quien confesó haber entregado a Ahmadinejad las armas que se usaron para el crimen de los kurdos.

A diferencia del Ejército regular esta milicia ideológica recibe las mejores armas, tecnología militar y recursos. Creada por el ayatolá Ruhollah Jomeini hace 30 años, la Guardia depende directamente del guía supremo. Tiene influencia en el medio educativo y controla los medios de comunicación.

Según The New York Times se transformó en un conglomerado militar que controla el programa nuclear y los misiles iraníes.  Además, tiene fuerzas terrestres, aéreas, navales y de inteligencia. Desde que Ahmadinejad llegó al poder ha recibido cientos de contratos de las industrias de infraestructura, petroquímica, gas y petróleo.

Abolhassan Bani Sadr

Golpe.  La Guardia Revolucionaria ha surgido como la fuerza que busca aplastar al movimiento de oposición. Para muchos, lo que sucedió el 12 de junio con las elecciones fue un golpe de Estado. Recientemente el general Yadola Javani, jefe del brazo político, dijo: “Hoy nadie es imparcial. Hay dos corrientes: los que defienden y apoyan la revolución y el sistema, y aquellos que quieren derrocarlo”. Clara advertencia a la población de que no se tolerará la disensión.

En Irán, país de contradicciones entre los tradicional y lo moderno, se ha producido una ruptura entre generaciones, entre los religiosos y los laicos y entre los que tienen acceso a la prensa occidental y los que dependen de los medios oficiales. Para que el régimen pueda sobrevivir es necesario eliminar la ambigüedad.

El régimen tomó una decisión en esa dirección. En los últimos 10 años la república islámica ha ido mermando los derechos. Cuando en 1997, el ayatolá Mohamed Jatami ganó las elecciones con 70% de votos y quiso llevar a cabo reformas, el Consejo de los Guardianes, máxima autoridad electoral, no electa por votación popular, frustró todos sus intentos. Los clérigos resolvieron controlar las elecciones, el único elemento democrático permitido en Irán. A partir de entonces, el Consejo decidiría quienes podían ser candidatos a la Presidencia y el Parlamento. Por ejemplo, en las elecciones parlamentarias de 2004, cerca de 3.000 candidatos fueron inhabilitados.

Consciente del apoyo masivo que el candidato reformista Mir Husein Musavi recibió, el régimen anunció los resultados precipitadamente y dio a Ahmadinejad una victoria tan arrolladora que no habría posibilidad de refutarla. Ante las denuncias de fraude, Jamenei zanjó las protestas declarando que la elección había sido producto de una señal divina.

Jamenei utilizó la sanción religiosa que le otorgaba el velayat-e faqih, “gobierno del jurista supremo”, concepto clave de la república islámica, instaurada por el ayatolá Jomeini en 1979. Según esta noción, los juristas islámicos tienen el poder divino para ser los guardianes de la sociedad y máximos árbitros en aspectos morales y políticos.

La reacción de la gente ante “el robo” del voto, ha terminado por cuestionar la ideología en la que se sustenta la república islámica. Millones de iraníes no aceptaron la sanción divina. Salieron en masa a la calle y exigieron que los líderes de la oposición reformista tomaran posición. A diferencia de las manifestaciones estudiantiles de 1999 y 2003, cuando el entonces presidente Jatami cedió ante la presión y abandonó a los estudiantes, esta vez los líderes de la oposición cerraron filas y apoyaron las protestas.

Fricciones. Hoy la población y el Estado se vuelven a enfrentar, pero la diferencia es que los clérigos relevantes están divididos. Las discrepancias parecen irreconciliables a pesar de que la mayoría de los actores de la oposición han formado parte del régimen desde la revolución en 1979.
El viernes 24 de julio el ex presidente Alí Akbar Hashemi Rafsanjani, considerado uno de los hombres más poderosos del país, afirmó que “la Republica Islámica está en crisis” y que los iraníes habían perdido confianza en el gobierno. Cuestionó los resultados de las elecciones y exigió la liberación de los presos políticos.

La cohesión de fuerzas detrás de Musavi está creciendo, así como el movimiento de base que a menudo parece dictar pauta a los líderes reformistas y los lleva a la acción. Gran parte de esa base está compuesta por jóvenes y mujeres que pertenecen a una clase media educada en las universidades.
La legitimidad del Gobierno ya no reside en la autoridad religiosa sino en la voluntad popular. Esto no significa que la república islámica vaya a caer pero sólo podrá mantenerse usando la fuerza militar, prohibiendo y reprimiendo las manifestaciones, encarcelando a estudiantes y activistas de derechos humanos, persiguiendo y juzgando a los líderes principales y callando cualquier disensión. ¡Bienvenidos a la República Islámica de Irán!